«Checkpoint Rock» impacta mucho más
que el trabajo previo de Fatih Akin «Cruzando el puente: Los sonidos de
Estambul», porque en Palestina la música árabe se desarrolla en un
contexto de pura supervivencia, y a nada que se traslade allí un estudio
móvil de grabación se registran actuaciones llenas de verdad en las
que surgen a cada paso las voces de la calle. La película abunda en
testimonios mágicos, unos hablados otros cantados, aunque cuando se
rapea ya no hay diferencia entre una cosa y otra. El portavoz del grupo
de hip hop Dam parafrasea a Public Enemy, que decían que el rap
afroamericano era la CNN de la calle, añadiendo que el rap palestino es
la Al Jazeera de la calle. Este mensaje que parece un grito de protesta
tiene también su vertiente cotidiana, que se vuelve más intimista
gracias a la música, y así, en pleno recital instrumental de Habib
Al-Deek se aprecian los ecos de los niños que juegan fuera de campo,
componiendo un tan bello como conmovedor apunte del natural.
No
hay un solo minuto que sobre en «Checkpoint Rock», donde cada
intervención está más que justificada, y eso diferencia el proyecto de
Fermin Muguruza y Javi Corcuera de los que habitualmente se exhiben en
las salas de cine. Cómo no enamorarse del descaro y la gracia innata de
la raperita Safaa Arapiyat. Cómo no sobrecogerse con el sentido
estribillo entonado por Shadi Al-Assi cuando dice «volveremos a nuestra
tierra, volveremos a Jerusalén». Ellos tienen la paz, se la han robado.
Basta con ver las imágenes del puerto de Acre, casi salidas
directamente de un cuento de Las Mil y Una Noches. ¿Quién puede
destruir tanta belleza? ¿Quién puede callar la expresión de un pueblo
tan profundamente libre?
No hay comentarios:
Publicar un comentario